Las movilizaciones han sido bautizadas como la marcha de la Generación Z, un movimiento que busca sacudir el orden político con símbolos de rebeldía y con la fuerza de una juventud cansada de la corrupción y la impunidad. Desde Lima hasta regiones como Cusco, Arequipa y Trujillo, los llamados a la protesta apuntan a convertirse en un nuevo punto de quiebre contra un Gobierno que nunca fue elegido en las urnas y un Parlamento que legisla de espaldas al pueblo.
La convocatoria no fue aislada. Se sumaron a la ola de manifestaciones que ya tuvo un primer pulso la semana pasada, con buena asistencia. Ahora, el respaldo de transportistas, el magisterio y diversos gremios laborales busca dar mayor contundencia a la jornada. El mensaje es claro: no se trata solo de los fondos de pensiones, sino de la dignidad, el empleo y el futuro de un país gobernado por élites insensibles a la realidad de la mayoría.
La chispa que encendió esta protesta fue la Ley 32123, aprobada por el Congreso con el respaldo de Boluarte, que favorece abiertamente a las AFP y recorta derechos de los afiliados. A eso se suma la inseguridad ciudadana, el alza del costo de vida y la persistente corrupción en las altas esferas. Todo ello ha generado un caldo de cultivo explosivo, donde la juventud se asume como protagonista de una lucha que busca recuperar la voz de la ciudadanía en la calle.
La Generación Z, que en Nepal protagonizó movilizaciones históricas contra el abuso de poder, se ha convertido en un referente para los jóvenes peruanos. En redes sociales circulan afiches con símbolos de resistencia, como la bandera pirata Mugiwara: un estandarte con una calavera de sombrero de paja, tomado del anime One Piece, que ya ondeó en protestas internacionales. Para muchos, esta marcha representa el inicio de un despertar generacional frente a la indiferencia de las élites políticas.
Los colectivos organizadores han dejado claro que la protesta no se limita a un sector ideológico. Participan universitarios, trabajadores, organizaciones vecinales y agrupaciones sociales que ven en esta movilización una oportunidad para exigir un cambio profundo. La convocatoria se ha viralizado, rompiendo las barreras de los partidos tradicionales y apelando directamente a la indignación ciudadana.
Aunque las condiciones políticas del Perú no son las mismas que en Nepal, el malestar acumulado es un terreno fértil para que estas protestas crezcan. El descrédito de Boluarte, que gobierna sin legitimidad popular, y de un Congreso controlado por intereses privados, ha abierto un espacio para que los jóvenes marquen la pauta de la resistencia social.